El domingo 22 de enero celebramos el domingo de la Palabra, instituido por el Papa Francisco, para que crezcamos como pueblo de Dios, en la familiaridad religiosa y asidua a la Palabra, para “para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo”.
“Dedicar concretamente un domingo del Año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable”.
Por eso, como lo dirá la carta a los Hebreos, Dios nos ha hablado de muchas formas y en distintos tiempos, por tanto, la Palabra de Dios tiene diversas formas de presentarse a nosotros y de acompañarnos en nuestras vidas. Una de estas formas en la que la Palabra de Dios se ha quedado en medio de nosotros es a través de la Sagrada Escritura.
Esto es importante que lo tengamos en cuenta. Estamos celebrando el Domingo de la Palabra de Dios, es decir, festejamos la grandeza e inmensidad de la iniciativa divina para comunicarse y revelarse a su creación en medio de la Historia.
La Biblia entonces, es una hermosa modalidad mediante la cual la Palabra de Dios ha llegado y se ha quedado con nosotros. Por ello, la Palabra divina no queda limitada al texto escrito, pues cuanto Dios expresa reposa también en el corazón del creyente y se hace vida en él.
Teniendo claro lo anterior, acercarnos a las Escrituras, a la Biblia, significa asomarnos a la profundidad de Dios y de cada uno de nosotros mismos, para hacernos sensibles a la Palabra de Vida que nos orienta y da sentido en cada momento de nuestra existencia, a nivel personal y comunitario. Por ello, es importante, más que leer la Biblia, dejarnos leer por ella para que la Palabra de Dios resuene e ilumine nuestro caminar hoy, con las luchas y sueños que esto representa.